Viernes 26 de Marzo de 2021

Viernes de la 5° Semana de Cuaresma

Santa María junto a la cruz

El Señor está conmigo como un guerrero temible

Lectura del libro de Jeremías 20, 10–13

Dijo el profeta Jeremías:
Oía los rumores de la gente:
«¡Terror por todas partes!
¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!»
Hasta mis amigos más íntimos
acechaban mi caída:
«Tal vez se lo pueda seducir;
prevaleceremos sobre él
y nos tomaremos nuestra venganza».
Pero el Señor está conmigo
como un guerrero temible:
por eso mis perseguidores tropezarán
y no podrán prevalecer;
se avergonzarán de su fracaso,
será una confusión eterna, inolvidable.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo,
que ves las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos!,
porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten al Señor, alaben al Señor,
porque él libró la vida del indigente
del poder de los malhechores!

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 17, 2-7

R. Invoqué al Señor y Él me escuchó.

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi roca, mi fortaleza y mi libertador. R.

Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos. R.

Las olas de la muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,
me cercaron los lazos del Abismo,
las redes de la muerte llegaron hasta mí. R.

Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó mi voz desde su Templo,
mi grito llegó hasta sus oídos. R.


VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Cf. Jn 6, 63c. 68c

Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida;
Tú tienes palabras de vida eterna.

EVANGELIO

Intentaron detenerlo, pero Él se les escapó de las manos

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan


10, 31-42

Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús.
Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?»
Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios».
Jesús les respondió:
«¿No está escrito en la Ley de ustedes:
“Yo dije: Ustedes son dioses”?
Si la Ley llama dioses
a los que Dios dirigió su Palabra
–y la Escritura no puede ser anulada–
¿cómo dicen: “Tú blasfemas”,
a quien el Padre santificó y envió al mundo,
porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?
Si no hago las obras de mi Padre,
no me crean;
pero si las hago,
crean en las obras,
aunque no me crean a mí.
Así reconocerán y sabrán
que el Padre está en mí
y Yo en el Padre».
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad». Y en ese lugar muchos creyeron en Él.

Palabra del Señor.



Hoy puede celebrarse la Misa de
Santa María junto a la cruz

Viernes V de Cuaresma

Santa María junto a la Cruz

En Argentina: memoria libre

Ni la muerte, ni la vida
podrá separarnos jamás del amor de Dios

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma

8, 31b–39

Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?” ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Como dice la Escritura: “Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero”. Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a Aquel que nos amó.
Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 17, 2-3. 5-7. 19-20 (R: 7a)

R. En mi angustia invoqué al Señor.

Yo te amo, Señor, mi fuerza;
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador,
mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. R.

Las olas de la muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,
me cercaron los lazos del Abismo,
las redes de la muerte llegaron hasta mí. R.

Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó mi voz desde su Templo,
mi grito llegó hasta sus oídos. R.

Ellos me enfrentaron en un día nefasto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró, porque me ama. R.


Secuencia Se encontraba la Madre dolorosa. «Stabat Mater»
(optativa)

Se encontraba la Madre dolorosa
junto a la cruz, llorando,
en que el hijo moría, suspendido.

Con el alma dolida y suspirando,
sumida en la tristeza,
que traspasa el acero de una espada.

Qué afligida y qué triste se encontraba,
de pie aquella bendita
Madre del Hijo único de Dios.

Cuánto se dolía y padecía
esa piadosa Madre,
contemplando las penas de su Hijo.

¿A qué hombre no va a hacer llorar,
el mirar a la Madre de Cristo
en un suplicio tan tremendo?

¿Quién es el que podrá no entristecerse
de contemplar tan sólo a esta Madre
que sufre con su Hijo?

Ella vio a Jesús en los tormentos,
sometido al flagelo,
por cargar los pecados de su pueblo.

Y vio cómo muriendo abandonado,
aquél, su dulce Hijo,
entregaba su espíritu a los hombres.

Madre, fuente de amor,
que yo sienta tu dolor,
para que llore contigo.

Que arda mi corazón
en el amor de Cristo, mi Dios,
para que pueda agradarle.

Madre santa,
imprime fuertemente en mi corazón
las llagas de Jesús crucificado.

Que yo pueda compartir
las penas de tu Hijo,
que tanto padeció por mí.

Que pueda llorar contigo,
condoliéndome de Cristo
todo el tiempo de mi vida.

Quiero estar a tu lado
y asociarme a ti en el llanto,
junto a la cruz de tu Hijo.

Virgen, la más santa de las vírgenes,
no seas dura conmigo:
que siempre llore contigo.

Que pueda morir con Cristo
y participar de su pasión,
reviviendo sus dolores.

Hiéreme con sus heridas,
enbriágame con la sangre
por Él derramada en la cruz.

Para que no arda eternamente
defiéndeme, Virgen,
en el día del Juicio.

Jesús, en la hora final,
concédeme, por tu madre,
la palma de la victoria.

Cuando llegue mi muerte, yo te pido,
oh Cristo, por tu madre,
alcanzar la victoria eterna.



VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO

María, Reina del cielo y Señora del mundo,
estaba junto a la Cruz de nuestro Señor Jesucristo
en el más profundo dolor.

EVANGELIO

Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan


2, 1-11

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, la mujer de Cleofás y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como suya.

Palabra del Señor.




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